Ahora si que estoy mucho más cerca de sentirme docente, es una sensación muy rara, impensada, ahora es el momento de repensar mis prácticas, los temores que en mí suscitaron, la incertidumbre que me asechaba antes de comenzar cada clase, la adrenalina corriendo por el cuerpo, si lo pudiese comparar, sería como esa sensación previa cuando se rinde un examen final…Y sí, algo de eso hay, cada clase la puedo pensar como una prueba, más allá de que la experiencia que he tenido solo sea en mis prácticas y realmente me estaban evaluando, siento que cuando uno es docente, cada clase debería despertar en nosotros ese cosquilleo, ese nerviosismo, el no tomarlo como una rutina, donde vamos a repetir una y otra vez alguna fórmula que alguna vez funcionó, cada clase debería ser nueva y superadora, claro, se pensará que lo digo porque no tengo experiencia y pienso de manera utópica, puede ser, pero ahora, a la distancia, creo que fue eso lo que motivó a los profesores que recuerdo en mi autobiografía, aquellos que dejaron una huella imborrable. Si eso fue posible fue porque no se dejaban llevar por la rutina, por intentar cada día sorprendernos con algo nuevo que llamara la atención y nos interesáramos por lo que nos intentaban trasmitir.
Se que no es fácil, sobre todo habiendo pasado por las prácticas en el nivel medio, me he dado cuenta que el trabajo con los adolescentes es un constante desafío, intentar mantenerlos con un nivel aceptable de atención es una tarea titánica, ni que decirles el hecho de generar interés en el tema…
De todos modos, y a pesar de que en mi caso particular me ha tocado trabajar con un grupo bastante especial, la sensación que me llevaba al finalizar cada encuentro era sumamente satisfactoria, no podía dejar de salir del establecimiento con una sonrisa. Yo tenía la sensación de haber puesto lo mejor de mí, y que ellos lo habían tomado así, no todos en la misma medida, pero siempre participaron en lo que propuse, se generaron muy interesantes debates y pudimos conversar de diversos temas.
Posiblemente no he podido respetar mis planificaciones a rajatabla, pero creo que esa no era la idea, sino el poder respetar los tiempos de los alumnos, el escucharlos cuando tenían algo que decir, no se si pude responder a todas sus inquietudes, pero seguramente lo intenté.
Creo que ese es sin dudas el rol principal del docente, más allá de trasmitir los contenidos que sean pertinentes, es fundamental, que pueda acercarse empáticamente a sus alumnos, los pueda escuchar, y a partir de las reflexiones que de ellos surjan, poder co-construir la clase para que el aprendizaje resulte doblemente significativo. Por supuesto esto no se logra de un día para el otro, es un ejercicio permanente que debe realizarse con la convicción de que es posible superarse día a día en este trabajo de acompañar a los jóvenes en su formación.
Graciela: me gustó la comparación de las prácticas y la evaluación quizá la más dificil ya que uno nunca sabía lo que pasaría ante la titánica tarea de enseñar a los adolescente y sobre todo al grupo de alumnos que enfrentaste!
ResponderEliminarCreo que esa sensación de cosquilleo es tan importante podamos mantenerla siempre... de alguna manera, la incertidumbre no solo es negativa... es a veces la que nos provee la adrenalina necesaria para motorizar nuestra labor...
ResponderEliminarConservar esa sensación de novedad, nerviosismo, ganas, de enseñar con pasión ... y revivirlo a lo largo de nuestra carrera, sin dudas es lo que posibilita no caer en esa rutina sin sabor y apática.
ResponderEliminarGraciela, ¿Dónde quedó el gabinete? Buenisimo haber visto tu transformación hacia el ser docente...
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