jueves, 11 de noviembre de 2010

A pesar de todo...

Comenzaba el segundo cuatrimestre, atrás habían quedado las prácticas en superior, el primer parcial (qué largo que fue…) y una sensación de etapa finalizada. Pero el desafío más grande estaba por comenzar, nos acercábamos peligrosamente a las tan temidas prácticas en “media”.

Recuerdo las ansiedades que esto despertaba, los temores a no poder “llegar” a los chicos, el desafío de pensar actividades para abordar los contenidos, y además… ¿qué escuela me tocará? ¿Qué temas tendré que dar? ¿Cómo será el grupo en cuestión?, creo no equivocarme cuando pienso que varios de nosotros pensamos algo similar…

En mi caso particular pude resolver bastante rápido el tema de la escuela que me cedería el espacio para las prácticas. Pude establecer contacto en un establecimiento privado cercano a mi casa, y en ese momento pensé que tenía bastante solucionada la cuestión. Pero no había podido observar todavía al grupo. La directora del establecimiento se refiere a ellos como un grupo especial, bastante inquieto, pero por supuesto, “muy buenos chicos”, El compromiso estaba asumido así que solo restaba comenzar con las observaciones.

Qué ganas de salir corriendo!

Fue lo primero que se me pasó por la cabeza el día que realicé la primera observación. A modo de recibimiento, la docente del curso me comenta, antes de entrar al aula, que uno de los chicos le preguntó si podía quedarse mirándome fijo durante las dos horas de clase, solo para incomodarme. Así, con ese clima distendido entré al aula. La docente me presenta, les dice para que estoy allí y lo que voy a hacer, entonces uno de los alumnos dice: ¿justo acá va a venir a practicar? Se le van a ir las ganas de enseñar!!

En ese momento, con una sonrisa le contesté que me encantaban los desafíos y que si salía airosa de esa situación, quería decir que ya podía enseñar en cualquier otro lado!

La descripción del grupo que me había dado la directora era benévola, no eran un poco inquietos, eran sumamente inquietos, hablaban constantemente entre ellos, escuchaban música y a la vez cantaban, no escuchaban a la docente, se sentaban en lugares que no les correspondía, como juntarse tres en una mesa de dos, se tiraban avioncitos o se quedaban dormidos sobre los pupitres.

En esos momentos pensaba, si se comportan así con su docente, como será conmigo? Pero ya no puedo volverme atrás, no puedo salir corriendo! Si este iba a ser el desafío, había que enfrentarlo, y desde esa postura fue que pude relajarme y pensar que todo iba a salir bien.

Planificando otra vez…

Cuando pensaba que ya había “aprendido a planificar” me di cuenta de lo difícil que era pensar ahora en este grupo, tan diferente del que había tenido en superior. Por supuesto que daba por descontadas las diferencias obvias dadas por la edad, el tipo de escolarización, pero así y todo, superaron mis expectativas!

En mis observaciones pude dar cuenta que la profesora necesitó de dos clases para poder dictarles tres definiciones, el desafío era entonces intentar darles los temas que me correspondía, en un tiempo razonable.

Por un lado el alivio de que los temas que me tocaron no eran difíciles de abordar (emociones, familia, grupos), por el otro, por esta misma obviedad, la dificultad de presentarlos sin caer en la cotidianeidad.

Primera planificación, cuando pienso que ya lo tengo resuelto, viene el mail de Alejandra…”van las correcciones!”, a pensar otra vez!!, menos exposición y más actividades, allá vamos otra vez!

La primera vez…

Allá vamos con afiches cartones de colores, plasticolas, muchos nervios y a la vez muchas ganas. Me volví a presentar, les comenté lo que íbamos a hacer el tiempo que me correspondía estar con ellos, pude ver en sus rostros señales de aprobación y algunas sonrisas, pude relajarme y comenzar.

La primera clase fue un bloque de 40 minutos, pasó rapidísimo! Fue una clase armada entre todos, ya que, a pesar de que charlaban entre ellos no dejaron de participar y respondían a las preguntas que les realizaba. Hacían bromas y pudimos reírnos entre todos sin faltas de respeto. Cuando me tocó despedirme hasta el día siguiente sentí que la experiencia había sido mejor de lo que esperaba. De todos modos faltaba bastante…

En el camino

Ya me sentía encaminada, sentía que podía lograrlo, debo reconocer que lo más difícil para mí fue el pensar actividades para trabajar los contenidos, el grado de dispersión de los chicos era grande, mi temor era que al trabajar en grupo, se descontrolaran, pero finalmente no fue así, transcurrió dentro de límites razonables, algunos participaban más, otros menos, pero en líneas generales colaboraban. La dificultad residía en que se escucharan entre ellos, ya que tienen la costumbre de hablar todos al mismo tiempo y no escucharse, por lo que las puestas en común se dificultaron un poco.

Por otro lado, cuando el tema les interesaba, comentaban, daban opiniones, los tiempos de mi planificación no coincidían con los tiempos reales, pero intenté respetar los tiempos de ellos cuando los debates eran pertinentes, por lo que debía reformular mis planificaciones constantemente.

A pesar de todo

Y sí, a pesar del ruido, de los que se quedaron dormidos, de los que escuchaban música, de los que hablaban a los gritos, de los que no participaron, a pesar de todo eso, debo reconocer que en lo personal la experiencia fue gratificante. Sentí que daba lo mejor que podía, ellos tomaron lo que pudieron o quisieron. Trabajar con adolescentes es un desafío, que nos escuchen, cuando a duras penas se pueden escuchar entre ellos, que nos respeten, cuando los valores están tan trastocados y les resulta muy difícil distinguir lo correcto de lo incorrecto, que puedan aprovechar algo de la clase, cuando lo único que piensan es que es la última hora y ya está por tocar el timbre. A pesar de todo, cada día me retiraba del establecimiento con una sonrisa, incluso cuando quise despedirme y no pude por el nivel de ruido y dispersión, a pesar de eso también, estoy convencida que voy por el camino correcto, que la docencia es un eterno desafío, que no hay que bajar los brazos, que siempre algo podemos dar, y los jóvenes lo van a tomar. A pesar de todo, “ no se me fueron las ganas de enseñar” como me vaticinaron, muy por el contrario, seguiré armado mis caminos, con convicción y paso a paso,,,

miércoles, 3 de noviembre de 2010

Terminando el profesorado...

Ahora si que estoy mucho más cerca de sentirme docente, es una sensación muy rara, impensada, ahora es el momento de repensar mis prácticas, los temores que en mí suscitaron, la incertidumbre que me asechaba antes de comenzar cada clase, la adrenalina corriendo por el cuerpo, si lo pudiese comparar, sería como esa sensación previa cuando se rinde un examen final…Y sí, algo de eso hay, cada clase la puedo pensar como una prueba, más allá de que la experiencia que he tenido solo sea en mis prácticas y realmente me estaban evaluando, siento que cuando uno es docente, cada clase debería despertar en nosotros ese cosquilleo, ese nerviosismo, el no tomarlo como una rutina, donde vamos a repetir una y otra vez alguna fórmula que alguna vez funcionó, cada clase debería ser nueva y superadora, claro, se pensará que lo digo porque no tengo experiencia y pienso de manera utópica, puede ser, pero ahora, a la distancia, creo que fue eso lo que motivó a los profesores que recuerdo en mi autobiografía, aquellos que dejaron una huella imborrable. Si eso fue posible fue porque no se dejaban llevar por la rutina, por intentar cada día sorprendernos con algo nuevo que llamara la atención y nos interesáramos por lo que nos intentaban trasmitir.

Se que no es fácil, sobre todo habiendo pasado por las prácticas en el nivel medio, me he dado cuenta que el trabajo con los adolescentes es un constante desafío, intentar mantenerlos con un nivel aceptable de atención es una tarea titánica, ni que decirles el hecho de generar interés en el tema…

De todos modos, y a pesar de que en mi caso particular me ha tocado trabajar con un grupo bastante especial, la sensación que me llevaba al finalizar cada encuentro era sumamente satisfactoria, no podía dejar de salir del establecimiento con una sonrisa. Yo tenía la sensación de haber puesto lo mejor de mí, y que ellos lo habían tomado así, no todos en la misma medida, pero siempre participaron en lo que propuse, se generaron muy interesantes debates y pudimos conversar de diversos temas.

Posiblemente no he podido respetar mis planificaciones a rajatabla, pero creo que esa no era la idea, sino el poder respetar los tiempos de los alumnos, el escucharlos cuando tenían algo que decir, no se si pude responder a todas sus inquietudes, pero seguramente lo intenté.

Creo que ese es sin dudas el rol principal del docente, más allá de trasmitir los contenidos que sean pertinentes, es fundamental, que pueda acercarse empáticamente a sus alumnos, los pueda escuchar, y a partir de las reflexiones que de ellos surjan, poder co-construir la clase para que el aprendizaje resulte doblemente significativo. Por supuesto esto no se logra de un día para el otro, es un ejercicio permanente que debe realizarse con la convicción de que es posible superarse día a día en este trabajo de acompañar a los jóvenes en su formación.